El
aprendizaje, una de las vías fundamentales que tiene el ser humano para crecer
y mejorar, supone cambiar la conducta y las estructuras mentales. Las
dificultades nos activan para buscar soluciones que nos permitan avanzar.
El
problema actual es complejo y ha sacudido nuestros esquemas. ¿Quién iba a
pensar que, en el siglo XXI, tendríamos que recluirnos en casa acosados por un
enemigo invisible que puede matarnos? ¿Cómo reaccionar frente a esta situación
de peligro para todos? Aprendiendo.
El
aprendizaje exige movilizar recursos cognitivos, meta cognitivos, afectivos,
sociales y éticos:
• Cognitivos: habilidades y destrezas
mentales para procesar información y transformarla en conocimiento. Información
no falta ahora, con la potencia de Internet, unida a los medios de comunicación
tradicionales. Pero debemos procesarla con criterio, para separar el grano de
la paja, el bulo de lo bien fundamentado. Y ahora esto es más necesario, si
cabe.
• Meta cognitivos: habilidades y
destrezas para analizar nuestros procesos mentales, para pensar en cómo
pensamos y aprendemos. Tomando conciencia de nuestras posibilidades y
limitaciones podremos aprender mejor.
• Afectivos: recursos afectivo-emotivos
y motivacionales que nos activan para aprender y nos ayudan a sostener el esfuerzo.
Estos recursos incluyen sentimientos y emociones, actitudes, autoestima,
autoeficacia, motivación…
• Sociales: aprendemos con los otros y
de los otros. El trabajo cooperativo, la solidaridad, compartir las propias
habilidades y conocimientos nos ayuda a aprender mejor.
• Éticos: el aprendizaje es también
cuestión de valores: honestidad, respeto, generosidad, empatía, etc. Debemos
aprender más para ser mejores, para dar más a los demás y a la sociedad en
general.
¿Qué
aprender de esta pandemia?
Que
hay cosas esenciales y otras que no lo son. Que la vida puede –y debe– ser más
sencilla. Consumir más y acumular más dinero y bienes no nos hace más felices.
Que
tenemos que sacar lo mejor de nosotros mismos, para nosotros y los demás. Una
ética del cuidado es absolutamente necesaria: en nuestro entorno hay demasiada
competitividad y las metas acaban siendo más de desarrollo personal (el éxito,
el reconocimiento social, el dinero) que de desarrollo social y colectivo
(ayudar, cooperar, ser más para dar más).
Que
debemos trabajar los aspectos emocionales: desarrollar resiliencia y mantener
la ilusión y la confianza en el futuro, a pesar de todo.
Que
hemos de ser responsables de nuestros actos, que tienen repercusiones en los
demás y en la naturaleza. La naturaleza, al final, nos pasa factura.
Que
tenemos que trabajar juntos. Más que nunca es necesario tejer lazos de
solidaridad, de ayuda, especialmente a los más vulnerables, para que nadie sea
abandonado.
Que
no nos salvamos solos. No cabe la huida individual. Necesitamos a los otros:
personal sanitario, policías, bomberos, militares, transportistas, agricultores
y ganaderos, trabajadores de supermercados y establecimientos de comestibles y
artículos de primera necesidad, profesores, comunicadores, etc. Ahora somos
capaces de valorar más los servicios que prestan algunas profesiones, y de
relativizar las cosas.
En
todos los países, independientemente del nivel de desarrollo económico y
social, lo que ha demostrado influir significativamente en las consecuencias
ligadas a la situación actual, es la capacidad de cada individuo para aprender
y adaptarse. Pero, aprender a aprender, no es tan simple como parece, ya que
implica:
• Ser consciente de nuestro propio
proceso de aprendizaje,
• Ser capaz de planificar nuestros
propios objetivos de aprendizaje,
• Conocer nuestro proceso de adquisición
de conocimientos,
• Hacer preguntas cuando sea posible, o
ser capaz de buscar e identificar información
• Usar tecnologías digitales para
aprender, cuando estén disponibles,
• Hacer un seguimiento de nuestros
resultados de aprendizaje.