jueves, 4 de febrero de 2021

Aprendiendo de la Pandemia



El aprendizaje, una de las vías fundamentales que tiene el ser humano para crecer y mejorar, supone cambiar la conducta y las estructuras mentales. Las dificultades nos activan para buscar soluciones que nos permitan avanzar.

El problema actual es complejo y ha sacudido nuestros esquemas. ¿Quién iba a pensar que, en el siglo XXI, tendríamos que recluirnos en casa acosados por un enemigo invisible que puede matarnos? ¿Cómo reaccionar frente a esta situación de peligro para todos? Aprendiendo.

El aprendizaje exige movilizar recursos cognitivos, meta cognitivos, afectivos, sociales y éticos:

          Cognitivos: habilidades y destrezas mentales para procesar información y transformarla en conocimiento. Información no falta ahora, con la potencia de Internet, unida a los medios de comunicación tradicionales. Pero debemos procesarla con criterio, para separar el grano de la paja, el bulo de lo bien fundamentado. Y ahora esto es más necesario, si cabe.

•          Meta cognitivos: habilidades y destrezas para analizar nuestros procesos mentales, para pensar en cómo pensamos y aprendemos. Tomando conciencia de nuestras posibilidades y limitaciones podremos aprender mejor.

          Afectivos: recursos afectivo-emotivos y motivacionales que nos activan para aprender y nos ayudan a sostener el esfuerzo. Estos recursos incluyen sentimientos y emociones, actitudes, autoestima, autoeficacia, motivación…

          Sociales: aprendemos con los otros y de los otros. El trabajo cooperativo, la solidaridad, compartir las propias habilidades y conocimientos nos ayuda a aprender mejor.

•          Éticos: el aprendizaje es también cuestión de valores: honestidad, respeto, generosidad, empatía, etc. Debemos aprender más para ser mejores, para dar más a los demás y a la sociedad en general.

¿Qué aprender de esta pandemia?

Que hay cosas esenciales y otras que no lo son. Que la vida puede –y debe– ser más sencilla. Consumir más y acumular más dinero y bienes no nos hace más felices.

Que tenemos que sacar lo mejor de nosotros mismos, para nosotros y los demás. Una ética del cuidado es absolutamente necesaria: en nuestro entorno hay demasiada competitividad y las metas acaban siendo más de desarrollo personal (el éxito, el reconocimiento social, el dinero) que de desarrollo social y colectivo (ayudar, cooperar, ser más para dar más).

Que debemos trabajar los aspectos emocionales: desarrollar resiliencia y mantener la ilusión y la confianza en el futuro, a pesar de todo.

 Que hemos de ser responsables de nuestros actos, que tienen repercusiones en los demás y en la naturaleza. La naturaleza, al final, nos pasa factura.

Que tenemos que trabajar juntos. Más que nunca es necesario tejer lazos de solidaridad, de ayuda, especialmente a los más vulnerables, para que nadie sea abandonado.

Que no nos salvamos solos. No cabe la huida individual. Necesitamos a los otros: personal sanitario, policías, bomberos, militares, transportistas, agricultores y ganaderos, trabajadores de supermercados y establecimientos de comestibles y artículos de primera necesidad, profesores, comunicadores, etc. Ahora somos capaces de valorar más los servicios que prestan algunas profesiones, y de relativizar las cosas.

En todos los países, independientemente del nivel de desarrollo económico y social, lo que ha demostrado influir significativamente en las consecuencias ligadas a la situación actual, es la capacidad de cada individuo para aprender y adaptarse. Pero, aprender a aprender, no es tan simple como parece, ya que implica:

    Ser consciente de nuestro propio proceso de aprendizaje,

•    Ser capaz de planificar nuestros propios objetivos de aprendizaje,

•    Conocer nuestro proceso de adquisición de conocimientos,

•   Hacer preguntas cuando sea posible, o ser capaz de buscar e identificar      información 

•   Usar tecnologías digitales para aprender, cuando estén disponibles,

•   Hacer un seguimiento de nuestros resultados de aprendizaje.


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