La terapia de juego puede ser
empleada en una gran variedad de problemáticas y trastornos de diversa índole,
y de hecho se utiliza en muchos ámbitos de intervención.
Algunos trastornos y
situaciones en que puede ser de gran utilidad son ante la presencia de
alteraciones emocionales, ansiedad, pánico o baja autoestima. Niños que hayan
vivido eventos traumáticos como abusos sexuales, violencia intrafamiliar,
abandono de uno o ambos progenitores, bullying o muertes de seres queridos pueden
expresar y procesar sus sensaciones y vivencias con este tipo de terapia.
También resulta útil para procesar, expresar las emociones que provocan y
trabajar fenómenos como el divorcio de los padres, cambios de domicilio o
precariedad económica.
Por último, también resulta de
gran ayuda en niños con problemas en la comunicación y menores que presenten
trastornos como el TDAH, obsesiones, autismo, trastornos alimenticios o
trastornos del estado del ánimo como la depresión.
En general este tipo de
terapia provoca una disminución del miedo y la ansiedad, un aumento de la
sensación de control, la autoconfianza y las habilidades sociales y la
generación de nuevas perspectivas y estrategias de afrontamiento, además de una
mejora sustancial del estado del ánimo.