Aunque se utiliza el término de infancia como etapa
cronológica, es preciso señalar que se hace referencia a la infancia como lo
genérico, porque cada niño -al igual que todo ser humano- es diferente y tiene
diferentes reacciones ante los mismos estímulos. Como afirma Spinke Jonze:
"... el problema es que se ha extendido la idea de que los niños son sólo
de una determinada manera."
El concepto de infancia aparece, según Ph. Ariès en el S. XV
al XVII, como un constructo de la historia moderna. La infancia, hasta
entonces, estaba subsumida y diluida como un todo del adulto.
Para algunos, hablar de la infancia es apelar a un sentimiento
de ternura, a una visión rosa, cándida, inocente y angelical del mundo
infantil. Frente a esta idealización, hay otra realidad del niño. La historia
de la infancia nos muestra la función tan distinta que el niño ha tenido a lo
largo de los tiempos. Así, por ejemplo, etapa como la adolescencia, es algo
reciente, que no existió anteriormente como tal.
El niño como ser social, no queda fuera de las leyes del
intercambio, de la economía y de la producción.
Siguiendo a Lloyd de Mause, si en una época fue el
infanticidio o el abandono en las amas de cría, la forma de responder a lo que
suponía el valor y papel del niño; en otros tiempos, fue la explotación
laboral, en los albores de la sociedad industrial; y hoy lo es, como consumidor
en nuestra sociedad, aunque se den todavía formas y desarrollos muy desiguales
(manteniéndose en no pocos lugares, la explotación, el maltrato y el abandono).
La sociedad de consumo actual nos muestra el auge que ha
alcanzado el emporio económico montado sobre y en torno al niño: moda infantil,
juguetería, turismo-ocio, educación, salud, etc. especialísimos de todo tipo de
consumo infantil.