Observate.
Las personas que son dependientes
emocionalmente siguen una especie de patrón que se repite una y otra vez a lo
largo de sus relaciones. Como siempre, todo empieza cuando conoces a alguien y
empiezas a entusiasmarte, a sobredimensionar las expectativas mientras
construyes una imagen ideal en tu mente de la otra persona.
A continuación, entras en una fase
de sumisión porque quieres preservar esa relación. Antepones las necesidades
del otro a las tuyas, con lo que se crea un desequilibrio. El desequilibrio
aumenta a la par que se deteriora la relación, lo que se traduce en miedo al
abandono y más apego.
Finalmente, como la relación no es
saludable, se acaba rompiendo. Entonces, como dependiente sientes una especie
de síndrome de abstinencia y entras en una fase de tristeza. Intentas volver,
pero ya no se puede. ¿Y qué haces? Pues el siguiente paso es buscar una nueva
relación en la que sigues el mismo patrón.
¿Cuáles son los principales
síntomas de la dependencia emocional?
Cuando existe apego emocional,
idealizas al otro. No ves sus defectos y sobrestimas sus virtudes. También
sientes mucho miedo, incluso pánico, a ser rechazada o abandonada, lo que se
traduce en actitudes posesivas, celos y una gran inseguridad en ti. Ese temor
aumenta porque no quieres estar sola y te aferras a tu pareja.
Consecuencias
La dependencia emocional tiene una
serie de consecuencias tanto psicológicas como sociales. Tus relaciones
terminan siendo inestables ya que entras en una especie de círculo de rupturas
y de reconciliaciones que no te llevan a ninguna parte y no te permiten
avanzar.
Por otra parte, te has perdido
tanto a ti misma y has idealizado tanto la relación o a la persona, que te
sientes insatisfecha y frustrada. La relación en sí es fuente de dolor porque
sientes miedo y angustia de perder al otro. Y ese temor se acentúa con el miedo
que sientes a estar sola.
En paralelo, tu autoestima va
cayendo en picado puesto que la sumisión que desarrollas aniquila tu amor propio.
Te sientes poco importante, poco valorada y secundaria. Te sientes así porque
la primera que no se valora eres tú.