Puede que en un momento determinado el miedo necesite hacer
acto de presencia. Si nuestro hijo no tuviera miedo de nada, pondría en riesgo
su vida constantemente. El niño tiene miedo a caerse, miedo a tropezar... pero
también tiene miedo a no ser capaz de lograr lo que se propone.
El miedo, por otro lado, hace que el niño se marque retos y
que luche por superarlos. Que aprenda. Y, por qué no, que se sienta invencible.
Pero es un arma de doble filo: el miedo también le puede bloquear e incluso,
conducir al pánico. Es el máximo nivel de alerta de nuestro cuerpo: si
enseñamos a nuestro hijo a utilizar el miedo para crecer, será un arma poderosa
para él.
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